La
Jaula Carmeliana.
La
mamá de Valeska no la inscribió en el jardín y ella siempre dice
que por eso es egoísta y no sabe compartir.
Es
egoísta con sus amigos, porque no le gusta que prefieran salir con
otras personas antes que salir con ella. Es egoísta con sus libros y
con su ropa, porque muchas veces los ha prestado y nunca se los han
devuelto. Es egoísta con el control remoto de la tv, porque quiere
que todos vean la misma película que ella. Es egoísta cuando come
galletas, porque tiene un serio problema de adicción a ellas, más
aún cuando está ansiosa. Las únicas que no come son las de
mantequilla. Es egoísta con el cariño, porque le cuesta querer a
las personas y demostrarlo. Alguna vez, no hace mucho, le dijeron que
salir con ella era como salir con un cubito de hielo.
A
pesar de su egoísmo crónico, cuando entró al colegio le gustaba
compartir la colación con sus compañeros que no tenían y que
tampoco habían tomado desayuno. Incluso se colaba en la fila de la
leche para regalarla. Aun cuando compartía su colación, sus
compañeros le escondían los lápices, el estuche, los materiales de
técnico manual y se reían de ella cuando se caía en el patio y se
rompía las pantis. También se reían de ella en clases de educación
física, porque le tenía terror a hacer la posición invertida, así
que siempre se quedaba al final de la fila y prefería que le
pusieran un 2 antes de ponerse de cabeza. O se volvían a reír
porque tenía la mala suerte de que cada vez que a alguien se le
arrancaba una pelota de básquetbol, esta terminaba aterrizando en su
cabeza. Por eso, la Vale dice que nunca se sintió atraída a hacer
deporte, ya había recibido suficientes pelotazos durante su
educación básica.
Cuando
su mamá le contó que la quería cambiar de colegio, a uno de niñas
solamente imaginó que todas serían muuuuy amigas. Cuando paso a
séptimo básico entró al más renombrado y emblemático liceo de
señoritas de Providencia y Santiago, el famoso Carmela Carvajal de
Prat.
Durante
la primera semana de clases, lo que más le llamo la atención fue
que en las puertas del pabellón antiguo del liceo, que era ocupado
por los cuartos medios, estaba escrito “Jaula!” en vez de Aula.
Durante
el primer semestre en su nuevo colegio nunca había tenido clases tan
largas, las cuales la hacían llenar hojas y hojas de sus cuadernos
con diferentes materias, historia, geografía, biología, física,
música, matemáticas, geometría, castellano, literatura, entre
otras . Nunca había tenido un profesor que no escribiera en la
pizarra y la frase “tomen apuntes” no le era para nada familiar.
Nunca había estado en un colegio que tuviese gimnasio. Nunca había
tenido que usar un equipo de gimnasia, con malla, calzas, puntillas y
polera. Nunca había tenido clases de gimnasia rítmica. Nunca había
tenido clases en un laboratorio de idiomas y en un laboratorio de
ciencias. Nunca le habían dicho que si no llegaba a la Universidad
de Chile o Católica, no existían otras universidades (lo que la
convierte en una hereje ante lo valores inculcados por sus
profesores, ya que se graduó de la Universidad Diego Portales).
Nunca había sentido la envidia o la competencia directa de 30
mujeres a su alrededor que se empeñaban por ser la primera de la
clase (podemos excluir a 15 de ellas, que eran buenas alumnas por
naturaleza y competir no les importaba). Nunca fue considerada
popular. Nunca tuvo un pololo del Instituto Nacional, solo tuvo uno
del Barros Borgoño, el cual no estaba entre los top 5 de liceos
emblemáticos de hombres. Nunca un profesor le había dicho que no
podía ir al baño. Nunca un profesor la había humillado por no
poder hacer un ejercicio de matemáticas. Nunca una profesora le
había dicho que las mujeres no sirven para la ciencia, porque son
muy hormonales y la ciencia necesita de una cabeza fría. Nunca se
había sacado una nota inferior a 5 y la primera nota que recibió
fue un 2,3, en su ramo favorito, Historia.
Al
terminar ese primer año siendo carmeliana, su mamá le ofreció
cambiarse de colegio, pero ya era tarde, el bichito de “esto no me
la va a ganar” se había impregnado en su piel y estaba dispuesta a
morir luchando contra el sistema del Carmela, pero ella iba a
terminar la media saliendo de una de esas jaulas del pabellón
antiguo.
Fueron
7 largos años de educación académica de excelencia como la llaman,
pero también fueron 7 años en los cuales la Vale maduró, entendió
como funcionaba el mundo, aprendió a que con esfuerzo las cosas se
pueden lograr, aprendió que la gente buena no siempre gana, que la
envidia del resto te puede hacer mucho daño, que las mujeres en
grupo son peligrosas, que el odio de una mujer es una de las cosas
más temibles del mundo y las venganzas que planean son peores.
Aprendió también a no dejarse pasar a llevar, cosa que su mamá a
veces le critica, porque le dice que “ser tan chora no es bueno”.
Aprendió a que puede hacer las cosas que quiera, que no por ser
mujer está en desventaja al competir intelectualmente con un hombre,
aprendió a dar su opinión sin avergonzarse de ella, aunque a los
demás no les guste.
Actualmente
cuando se le pregunta a Valeska por su época escolar no recomienda
por nada del mundo entrar a ese renombrado liceo emblemático, pero
en el fondo recuerda con cariño su paso por sus jaulas, ya que fue
dentro de ellas, que se formó como la mujer que es hoy, pudiendo
dejar atrás las risas de sus compañeros de su primer colegio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario