29/12/15

Texto del 29/01/2014

La Jaula Carmeliana.
La mamá de Valeska no la inscribió en el jardín y ella siempre dice que por eso es egoísta y no sabe compartir.
Es egoísta con sus amigos, porque no le gusta que prefieran salir con otras personas antes que salir con ella. Es egoísta con sus libros y con su ropa, porque muchas veces los ha prestado y nunca se los han devuelto. Es egoísta con el control remoto de la tv, porque quiere que todos vean la misma película que ella. Es egoísta cuando come galletas, porque tiene un serio problema de adicción a ellas, más aún cuando está ansiosa. Las únicas que no come son las de mantequilla. Es egoísta con el cariño, porque le cuesta querer a las personas y demostrarlo. Alguna vez, no hace mucho, le dijeron que salir con ella era como salir con un cubito de hielo.
A pesar de su egoísmo crónico, cuando entró al colegio le gustaba compartir la colación con sus compañeros que no tenían y que tampoco habían tomado desayuno. Incluso se colaba en la fila de la leche para regalarla. Aun cuando compartía su colación, sus compañeros le escondían los lápices, el estuche, los materiales de técnico manual y se reían de ella cuando se caía en el patio y se rompía las pantis. También se reían de ella en clases de educación física, porque le tenía terror a hacer la posición invertida, así que siempre se quedaba al final de la fila y prefería que le pusieran un 2 antes de ponerse de cabeza. O se volvían a reír porque tenía la mala suerte de que cada vez que a alguien se le arrancaba una pelota de básquetbol, esta terminaba aterrizando en su cabeza. Por eso, la Vale dice que nunca se sintió atraída a hacer deporte, ya había recibido suficientes pelotazos durante su educación básica.
Cuando su mamá le contó que la quería cambiar de colegio, a uno de niñas solamente imaginó que todas serían muuuuy amigas. Cuando paso a séptimo básico entró al más renombrado y emblemático liceo de señoritas de Providencia y Santiago, el famoso Carmela Carvajal de Prat.
Durante la primera semana de clases, lo que más le llamo la atención fue que en las puertas del pabellón antiguo del liceo, que era ocupado por los cuartos medios, estaba escrito “Jaula!” en vez de Aula.
Durante el primer semestre en su nuevo colegio nunca había tenido clases tan largas, las cuales la hacían llenar hojas y hojas de sus cuadernos con diferentes materias, historia, geografía, biología, física, música, matemáticas, geometría, castellano, literatura, entre otras . Nunca había tenido un profesor que no escribiera en la pizarra y la frase “tomen apuntes” no le era para nada familiar. Nunca había estado en un colegio que tuviese gimnasio. Nunca había tenido que usar un equipo de gimnasia, con malla, calzas, puntillas y polera. Nunca había tenido clases de gimnasia rítmica. Nunca había tenido clases en un laboratorio de idiomas y en un laboratorio de ciencias. Nunca le habían dicho que si no llegaba a la Universidad de Chile o Católica, no existían otras universidades (lo que la convierte en una hereje ante lo valores inculcados por sus profesores, ya que se graduó de la Universidad Diego Portales). Nunca había sentido la envidia o la competencia directa de 30 mujeres a su alrededor que se empeñaban por ser la primera de la clase (podemos excluir a 15 de ellas, que eran buenas alumnas por naturaleza y competir no les importaba). Nunca fue considerada popular. Nunca tuvo un pololo del Instituto Nacional, solo tuvo uno del Barros Borgoño, el cual no estaba entre los top 5 de liceos emblemáticos de hombres. Nunca un profesor le había dicho que no podía ir al baño. Nunca un profesor la había humillado por no poder hacer un ejercicio de matemáticas. Nunca una profesora le había dicho que las mujeres no sirven para la ciencia, porque son muy hormonales y la ciencia necesita de una cabeza fría. Nunca se había sacado una nota inferior a 5 y la primera nota que recibió fue un 2,3, en su ramo favorito, Historia.
Al terminar ese primer año siendo carmeliana, su mamá le ofreció cambiarse de colegio, pero ya era tarde, el bichito de “esto no me la va a ganar” se había impregnado en su piel y estaba dispuesta a morir luchando contra el sistema del Carmela, pero ella iba a terminar la media saliendo de una de esas jaulas del pabellón antiguo.
Fueron 7 largos años de educación académica de excelencia como la llaman, pero también fueron 7 años en los cuales la Vale maduró, entendió como funcionaba el mundo, aprendió a que con esfuerzo las cosas se pueden lograr, aprendió que la gente buena no siempre gana, que la envidia del resto te puede hacer mucho daño, que las mujeres en grupo son peligrosas, que el odio de una mujer es una de las cosas más temibles del mundo y las venganzas que planean son peores. Aprendió también a no dejarse pasar a llevar, cosa que su mamá a veces le critica, porque le dice que “ser tan chora no es bueno”. Aprendió a que puede hacer las cosas que quiera, que no por ser mujer está en desventaja al competir intelectualmente con un hombre, aprendió a dar su opinión sin avergonzarse de ella, aunque a los demás no les guste.

Actualmente cuando se le pregunta a Valeska por su época escolar no recomienda por nada del mundo entrar a ese renombrado liceo emblemático, pero en el fondo recuerda con cariño su paso por sus jaulas, ya que fue dentro de ellas, que se formó como la mujer que es hoy, pudiendo dejar atrás las risas de sus compañeros de su primer colegio.

No hay comentarios: